Todas las mañanas, de camino al trabajo, paso por delante de un hotel. Paso justo por delante del restaurante, donde desayunan su huespedes, y sinceramente ¡siento envidia!
Si estuviese yo de viaje no me levantaría tan pronto, pero no puedo remediar envidiarles. Hay de todo, grupos de japoneses en mesas redondas riendo y comiendo, madres luchando por que sus hijos se terminen el yogurt y padres atareados con los huevos revueltos.
¿No es a caso el desayuno del hotel uno de los placeres de ser turista? Para mi por lo menos SI!
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